sexta-feira, 29 de abril de 2011

Cerebros afinados





En los últimos años son múltiples las investigaciones que analizan los beneficios cognitivos que aporta el aprendizaje y la práctica de la música. Se ha descubierto, por ejemplo, que la enseñanza de un instrumento musical desde edades tempranas mejora la capacidad del cerebro para procesar sonidos (véase  
"Afinar la mente",  Investigación y Ciencia 411).

Un nuevo trabajo en personas mayores demuestra que la actividad musical también aporta beneficios para el cerebro a largo plazo. En otras palabras, aplicarse en el manejo de un instrumento desde la infancia podría contribuir a mantener el encéfalo sano y en óptimas condiciones durante más tiempo.

Investigadores del centro médico de la Universidad de Kansas distribuyeron a un total de 70 adultos sanos de entre 60 y 83 años en grupos según su grado de experiencia musical. Así, las formaciones iban desde personas sin ninguna clase de entrenamiento en música, pasando por individuos entre uno y nueve años de lecciones en la materia, hasta probandos que contaban con al menos diez años de estudios y práctica de un instrumento. Entre los participantes "músicos", más de la mitad había estudiado piano, alrededor de una cuarta parte tocaba instrumentos de viento (flauta o clarinete, entre otros), mientras que el resto prefería un instrumento de cuerda o percusión. Cabe señalar que todos los voluntarios presentaban niveles similares de forma física y educación; por otro lado, ninguno sufría de demencia. Los investigadores les sometieron a varias pruebas cognitivas.
Con ton y son
Los resultados fueron reveladores: los probandos que contaban con una mayor experiencia musical obtuvieron mejores puntuaciones en las pruebas de agudeza mental, seguidos por los participantes que tenían menos estudios musicales y los que nunca tomaron lecciones de música. En comparación con estos últimos, las personas que manifestaban un nivel superior de experiencia obtuvieron resultados más altos en las pruebas cognitivas (memoria visuoespacial, nombrar objetos y capacidad de asimilar información nueva). Los beneficios de los estudios musicales seguían presentes incluso en aquellos participantes que ya no practicaban música.
"La actividad musical podría servir como un ejercicio cognitivo desafiante, haciendo que el cerebro esté en mejor forma y tenga una mayor capacidad para incorporar los desafíos del envejecimiento", indica la investigadora  Brenda Hanna-Pladdy. En su opinión, dado que estudiar un instrumento requiere de años de práctica y aprendizaje, podría crear conexiones alternativas en el cerebro que a su vez podrían compensar los declives cognitivos asociados con el envejecimento.

(Artículo: Hanna-Pladdy, B. The relation between instrumental musical activity and cognitive aging. Neuropsychology, Vol. 25, n. 3. 2001)

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